jueves, 26 de enero de 2012

IV Domingo Ordinario

IV Domingo Ordinario
La Palabra de Dios que escuchamos hoy nos ayuda a descubrir como Dios, desde los comienzos de la historia, ha querido hacerse presente en la vida de los hombres para darnos a conocer su plan de salvación e invitarnos a vivir su misma vida.
Para ello ha querido servirse de los hombres para ayudar a los hombres. En la primera lectura que hemos escuchado se nos presenta el testimonio de Moisés “el gran amigo de Dios”; de quien se sirvió para sacar de la esclavitud y la opresión al pueblo de Israel cuando estaba bajo el poder de los egipcios.
Moisés en aquel tiempo se comportó como un gran profeta, pues actuaba en nombre de Dios, y también como un gran servidor de sus hermanos.
Pero el más grande de todos los profetas, de todos los enviados de Dios fue sin duda Jesucristo. El fue el que mejor nos explicó como es Dios, de que manera nos ama y cual es la vida a la que nos llama y el destino que nos tiene preparado.
En el Evangelio de hoy le encontramos predicando en la sinagoga (lugar de oración para los judíos), hablando con autoridad y haciendo frente a los poderes del mal que oprimen y esclavizan al ser humano. El es el nuevo Moisés, porque también salva y libera a todo el que se acerca a él, de todo aquello que nos pone en enemistad con nosotros mismos, con Dios y con los hermanos.
Ante Cristo Jesús todos nos podemos considerar enfermos, necesitados de curación, porque a diario sufrimos en nuestro cuerpo y en nuestro espíritu la opresión del mal y del pecado que con frecuencia nos enfrenta y nos enemista.
Hoy Cristo Jesús sigue llamando a todos para que colaboremos con él en hacer realidad el plan de Dios, para hacer frente a las fuerzas y a los poderes del mal que tanto afligen este mundo y nuestras vidas.
A lo largo de la historia, de asambleas como esta en la que estamos, han salido vocaciones sacerdotales, religiosas, misioneras, padres y madres de familia que se han esforzado en educar a sus hijos en la fe y que han puesto se pequeño grano de arena para que nuestro mundo sea mejor, tal y como Dios quiere.
Que como decía el salmo “ ojalá escuchemos hoy su voz”, ojalá prestemos oídos a esta invitación de Jesús a ser sus colaboradores, a no cansarnos de obrar el bien y hacer posible que el plan de Dios, su reino de amor siga adelante.

1 comentario:

  1. Yo quiero y amo tanto a Cristo Jesus que no podria vivir sin su amor,ese amor que meda la fuerza y poder para caminar y tambien alejarme del mal,ese amor que me ayuda a perdonar a mis semejantes y a mi misma.Quien ama perdona y vive sin esclavitud.

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