jueves, 2 de febrero de 2012

V Domingo Ordinario

V Domingo Ordinario

El Evangelio que escuchamos hoy nos presenta a Jesús en plena actividad misionera, le vemos en la sinagoga, en casa de Pedro, en la calle, en descampado, recorriendo los pueblos y aldeas de Galilea, predicando el Reino de Dios.
Su paso por estos lugares no deja indiferentes a las personas. La presencia de Jesús libera, cura, transmite esperanza, levanta a quienes permanecen inmóviles. Jesús da vida.
Una vez más y a través de este testimonio, descubrimos que Cristo es la única clave que tenemos para alcanzar la salvación, el único que puede sacarnos de la rutina y el desencanto. El único que puede liberarnos de la esclavitud del pecado que se manifiesta en la tristeza y la desesperanza, es decir, de todo aquello que nos impide vivir la vida en plenitud.
Precisamente la suegra de Pedro, es le prototipo de la persona, enferma, que permanece postrada, inmóvil, incapaz de amar y servir. Su encuentro con Cristo la libera de su situación, siente de cerca la cercanía y el reconocimiento humano del Señor que la toma de la mano y la cura de su enfermedad.
Pensemos si muchas veces también nosotros, no estamos en la vida como la suegra de Pedro, postrados, incapaces de hacer nada, ni por nosotros ni  por los demás. Es la enfermedad del espíritu que se traduce en tristeza, apatía, desesperanza, falta de motivación para vivir.
Cristo, médico de nuestras almas, es el que de verdad puede sacarnos de esta situación, si le dejamos entrar en nuestra vida, si le dejamos entrar en nuestra casa y no huimos de su contacto.
Vivimos en una sociedad en la que el hombre pone toda su fe en los remedios de la ciencia, torpemente pensamos que los males pueden curarse a base de recetas y medicamentos. Pero las enfermedades del espíritu no se curan con los remedios del cuerpo, necesitan otro tipo de tratamiento. La seguridad social nos podrá curar o aliviar los males físicos, pero para las enfermedades del espíritu habrá que buscar remedios espirituales.
Si Cristo, médico de nuestras almas, tuviera hoy que darnos una receta, esta sería muy sencilla: " menos pastillas, menos recetas y más fe, más acercamiento a su Palabra, que como dice el canto nos da vida ". Y siguiendo en esta misma linea del canto el único precio a pagar es la confianza. Quien no se acerca a Jesús con confianza difícilmente experimentará la sanación que el nos ofrece.

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