jueves, 9 de febrero de 2012

VI Domingo Ordinario

VI Domingo Ordinario

El Evangelio de este domingo nos presenta a Jesús curando a un leproso. A primera vista podemos pensar que se trata de un milagro más, de uno más de tantos que Jesús hizo porque era Dios y tenía poder para hacerlo; sin embargo hay muchos matices que no podemos dejar pasar.
En primer lugar se trata de un leproso, una persona con una enfermedad contagiosa, al que ni siquiera se le podía tocar, un ser considerado impuro, maldito, condenado a vivir solo, aislado de los demás, cuya enfermedad era vista como fruto del pecado y por tanto ha de cargar con el castigo de Dios.
Jesús podía haberse dejado llevar por estos prejuicios sin dar pie al escándalo, sin embargo su actitud y su mirada es muy distinta a la de los demás. Se detiene, se fija en él y lo toca, algo impensable en aquel tiempo; de manera que no solamente le cura de su enfermedad sino que lo vuelve a incorporar de nuevo a la comunidad, devolviéndole así la esperanza y también la dignidad.
El favor que Jesús hace a este hombre es impagable, es una persona que ha experimentado la salvación no solamente en el cuerpo sino también en el espíritu, no es extraño que no pueda callar ¡ cómo callarse ante una presencia de Dios tan fuerte !
De cara a nuestra vida cristiana este Evangelio puede tener para nosotros dos consecuencias muy importantes si las queremos admitir:
En primer lugar que por nuestra condición de pecadores, algo que no podemos negar, también nosotros nos podemos considerar enfermos; de hecho muchas veces vivimos como alejados de Dios, apartados de El, buscando la felicidad fuera de él, y aunque a veces nos parezca que se puede vivir perfectamente como si Dios no existiera, lo cierto es que no acabamos de ser felices del todo, nos falta algo y a veces no sabemos qué. ¡ No deberíamos recapacitar como aquel hijo pródigo y volver de nuevo a la casa del Padre !. En la casa del Padre es donde está la verdadera alegría, lo que de verdad necesitamos, pero... ¡ hay que acercarse ! como el leproso
En segundo lugar Jesús nos invita hoy a tener una mirada distinta, a no dejarnos llevar por lo que piensa y opina todo el mundo. Los leprosos de hoy son todos aquellos a los que la sociedad mira con asco, con miedo o con indiferencia: drogadictos, alcohólicos, enfermos de sida, negros, marroquíes..etc
Ser cristiano no consiste solamente en venir a misa, ser buena persona y ayudar a los demás. El cristiano se distingue también por pensar, sentir y mirar al estilo de Jesús, que no siempre coincide con lo que hace la mayoría que no conoce a Dios.
Ser cristiano al estilo de Jesús, no resulta fácil, lleva tiempo. La eucaristía que celebramos todos los domingos es el mejor camino para llenarnos de Jesús, de su palabra, de su testimonio, de su presencia. Que la vivamos siempre a fondo y que encontremos aquí la fuerza que necesitamos para vivir la fe y no perder nunca la esperanza, la alegría y la paz, aún en los momentos más difíciles.

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