martes, 14 de febrero de 2012

VII Domingo Ordinario

VII Domingo Ordinario
El Evangelista Marcos sigue ahondando en la presentación del rostro de Jesús. Jesús no sólo libera de la enfermedad y de los males corporales. Jesús además tiene el poder de perdonar, de liberar de las ataduras interiores. En este texto, Jesús expresa claramente la razón de su modo de actuar: para que comprendáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la Tierra para perdonar...por eso hace el milagro de la sanación.
De nuevo Jesús se enfrenta con la enfermedad. Marcos nos ha presentado tres situaciones distintas: la suegra de Pedro, el leproso. Hoy es un paralítico y viendo su fe, escribe Marcos, le libera, ante todo, del pecado y de la condición de pecador, al que se somete su enfermedad. Por eso los escribas reaccionan, pensando para sus adentros, blasfema. Y Jesús les pregunta: ¿Qué es más fácil? Pues, para que comprendáis que Dios es el Dios de la Vida, Jesús les hace llegar, por medio del milagro, esa novedad anunciada, de parte de Dios, en la primera lectura por el Profeta Isaías: he aquí que yo hago nuevas todas las cosas...ya está aquí ¿no lo reconocéis? Dios es el Dios de la Vida y se manifiesta como liberación de toda humillación y postración humana, así dice Jesús: a tí te digo, ¡levántate!. El evangelista recoge el reconocimiento por parte del pueblo en las palabras finales del texto: Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: Nunca hemos visto una cosa igual. Realmente la novedad había llegado a aquella casa.

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